Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919
Semana del 19 al 25 de
diciembre del 1914
MALTA BASE DE OPERACIONES NAVALES FRANCO-BRITÁNICAS
EN EL ADRIATICO Y EL MEDITERRANEO ORIENTAL
La
entrada del puerto de la Valette
El puerto visto desde <Barracks> Acorazado cargando carbón
DE FRANCIA A RUSIA: POR LOS BALKANES
El corresponsal del Temps y
de L’Illustration en Petrogrado, Sr.
Charles Rivet, que se fue a Rusia a principios de noviembre, pasando por los
Balcanes, ha enviado su diario de ruta, del cual yo publico aquí las páginas
las más interesantes.
Malta 6 de noviembre: La Valette ha
devenido el punto de abastecimiento de los buques de la marina británica que
cruzan del Mediterráneo a los Dardanelos y a los navíos franceses que bloquean
la flota austriaca, hoy encontramos el Courbert
el Víctor-Hugo. El Marceau se encuentra anclado en
permanencia. En el puerto en las insignias de los comercios maltecos, leemos en
letras recién pintadas esta inscripción <<Fournisseur
de la Marine française>> (Proveedor de la Marina francesa).
En la ciudad nos cruzamos con Tommy
y su inseparable stick, y con el autóctono que en las calles que suben, quiere
darse al mismo una impresión de estar afanado. Las dos populaciones, inglesa y
maltesa, caminan codo a codo sin mezclarse, esta tiene su comercio mercante, el
otro exclusivamente militar y administrativo, venido y viviendo aquí solo por
el perfeccionamiento y cuidado de fortaleza de cara al mar.
El Ernest-Simons, de las
Mensajerías ha entrado en el puerto esta mañana, lleva a bordo al Sr. Bompard y
Sir Louis Mallet, los embajadores de Francia y Gran-Bretaña que vienen de dejar
Constantinopla que se encuentra en un estado de inquietud, aquí se encuentran
con una ausencia de miradas hacia ellos que les recuerdan los procedimientos
alemanes. También ha llegado al puerto un transportador inglés. Cargado de
hasta los topes de tropas hindúes. Es el Dongola
que lleva a
Marsella a estos preciosos auxiliares.
LA GRECIA SOBRE EL QUIEN VIVE
Atenas
8 de noviembre:
La entrada en liza de la Turquía ha hecho pasar como un estremecimiento de
alegría en la península balcánica. Por fin van a arreglas para siempre la
suerte del “Hombre enfermo”, tal es el pensamiento de cada uno, es la impresión
que me ha causado a mi llegada. Ha demás es hoy, un buen día para reavivar los
odios en Grecia. Festejan el segundo aniversario de la reunión Salónica en el
reino de los Helenos. El rey se ha ido con la flota griega.
Hace un momento, en Pirée, he visto una fila imponente de
transportadores anclados. Esperan, según comentarios, a las tropas que irían a
lanzar en alguna parte en las costas turcas en el caso que los griegos
vinieran, ellos también, beligerantes.
En Atenas la rubia, ribita aún –bajo la Acrópolis cubierta de oro rojizo-
por los innumerables uniformes kakis, todo, desde el vendedor de diarios
anunciando infatigablemente a gritos el aplastamiento victorioso de nuestros
ejércitos, las alegres fanfarrias de algunos regimientos que regresan de pasar
revista y actualmente privados de sus instructores franceses, el viento
belicoso sonando en las banderas blancas y azules, hasta los extraños ropajes
de los refugiados de Asia Menor albergados, todo evoca la lucha titánica de las
naciones de Europa.
LA CAPITAL PROVISIONAL DE SERBIA
Nisch,
11 de noviembre:
Yo he dejado la Gracia en un periodo de espera, una Grecia expectante que los
duelos aún no se hecho sentir. Después de la desnudez áspera pero tradicional
de la Attique, después de Salónica, la cual las preocupaciones incesantes de
Atenas han impedido “grisacear” el aspecto, he atravesado una Macedonia
monótona, que una ciudad despoblada jalona de vez en cuando como un oasis en el
desierto, para por fin encontrar la expansión misma de la desolación de la
guerra en la nueva capital serbia.
El tren que me ha traído de Salónica, al bajar del tren, lo mismo que en
Francia he encontrado tropas que parten al frente, allí arriba, hacia Valiévo,
los heridos que traen del frente están en los andenes y para poder salir de la
estación debo zanquear la lúgubre fila de camillas que esperan en permanecía.
Por un camino polvoriento, bordeado de casas bajas, pobres de aspecto,
llego al centro de la ciudad. Es una pequeña ciudad de provincia rusa, en donde
re remarca aun más la vecindad de los Osmanlíes, y que rebosa de gente, un gran
número de gente de Belgrado se han
refugiado aquí. El cuerpo diplomático ha tenido que acampar al azar,
contentándose de instalaciones de fortuna en casa de los habitantes. La
simpática ministra de Francia que he ido a visitar, me recibe en un salón de
cura de campaña, en el cual una galería de retratos de serbios orna los muros.
Todas las administraciones, en este cuadro restringido, han reducido sus
proporciones. El gabinete de los funcionarios, es, en muchos sitios, oficina y
dormitorio.
En los hoteles con nombre pomposo, la cocina es más que modesta, las
habitaciones privadas de lo indispensable, son casi inhabitables. Se siente, se
ve que todo ha sido sacrificado con un pensamiento único, obsesionante que
prima, y que suprimido todo, hasta las distancias sociales: La guerra.
En otra parte, ha subsistido la vida normal en margen de la guerra, aquí
ella le ha sido subordinada. Es un punto de semejanza de la Serbia con la
Francia y no es él solo.
Ah! Si, la guerra está por todos lados en ese pequeño rincón de la
Serbia. El paseante que cruzo –que sea un funcionario con un abrigo a la
europea o el campesino vestido con un espeso sayal- lleva sobre su cabeza el
gorro de policía en uniforme de los movilizados. En el cruce de calles, delante
de la residencia real, sin pretensiones o en la legación rusa, han tomado
alojamiento, en los puentes, en las vías, viejos de facciones y aspecto de
comitadjis hacen los cien pasos, el fusil en bandolera, el torso acinturado de
una cartuchera. Sobre el pavimento de cabezas de gato los chiquillos corren
gritando la última edición. Oficiales en gran número, los convalecientes con
paso pesado, prisioneros que los llevan al trabajo a de paseo.
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