viernes, 15 de agosto de 2014

Centenario de la primera guerra mundial 1914 al 1919

Semana del 31 de octubre al 6 de noviembre del 1914

Otra visión del frente de batalla

   Andando sobre este suelo cribado, en donde la tormenta de metralla a dejado a penas una mata de hierba aquí y allá, un poco de musgo, una pobre flor, alcanzo primero una línea de defensa que preparan, que será la segunda, en el caso improbable que la primera, más adelantada, tuviera que ceder. Los soldados franceses, trasformados en excavadores que trabajan la pala y el pico en la mano, todos decididos y apresurándose en terminarla, ella será terrible rodeada de los peores obstáculos. Han sido los alemanes, hay que creerlo, que han imaginado, en sus cerebros prudentes y torcidos, todo este sistema de galerías y trampas, pero que los franceses las han copiado, las han igualado y en algunos casos las han superado.
   Un kilómetro más lejos, he aquí la primera línea. Esta abarrotada de gente, esta trinchera detendrá el choque de los bárbaros, está noche o mañana estará lista a erizarse de fusiles. Y los que viven aquí, enterrados por el momento, saben que de un minuto a otro, los obuses empezarán el regadío cotidiano, arrancando las cabezas de los soldados que se arriesgarán a sacarlas fuera, reventando los pechos o desgarrando las entrañas. Ellos saben también, que no importa a que hora imprevista, en el pálido sol o en la oscuridad de la media noche, habrá contra ellos riadas de estos bárbaros, ya que el bosque de enfrente, aún esta lleno, saben que llegaran corriendo, dando gritos para ensayar de hacer miedo, teniéndose todos por el brazo en una sola masa enrabiada, y como, antes de enredarse con la muerte en los alambres de las alambradas, encontraran un medio, como en cada ocasión, de hacer mucho daño. Ellos lo saben, ya que han visto todo esto en varias ocasiones. Pronto hará ocho días que se encuentra en esta trinchera esperando el relevo que ha de llegar y no se quejan: “Estamos bien alimentados, dicen, comemos hasta no poder más. Mientras que no llueva, estamos calientes por la noche en nuestros agujeros de zorro, con una buena manta. Pero las ropas interiores en lana para el invierno, aún no son todos las que las tienen, las necesitaremos pronto. Cuando nuestro coronel vaya a París, se lo recordara al gobierno y a todas las damas que trabajan por nosotros”.
   Los que se encuentran ahí, al borde o en el fondo de la trinchera, pertenecen a diversas clases sociales;  unos fueron elegantes y ociosos, los otros obreros, campesinos, se encuentran mismo, con el quepis sobre la oreja, que más vale sin duda no sondear su pasado, y que han devenido aquí mismo, no solamente muchachos bravos, sino de bravos hombres. Esta guerra, al mismo tiempo que ella habrá suprimido sus distancias, los habrá purificado y engrandecido a todos; los alemanes sin querer, por lo menos habrán hecho ese bien, que verdaderamente vale la pena. Los soldados, todos saben porque se baten actualmente y su supremo esfuerzo; la indignación los estimula hasta su último aliento “Cuando se ha visto, dicen dos jóvenes campesinos de Bretaña, cuando se ha visto con sus propios ojos lo que hacen esos brutos en los pueblos por donde pasan, es todo natural, verdad que sí, dar su vida para ensayar que ellos no vengan hacer lo mismo en nuestras tierras”. Y la cañoneada acompaña con un bajo incesante y profundo esta declaración ingenua.
   Ya, que es así de una punta a la otra de esta línea sin fin, por todo, la misma decisión y el mismo coraje.
   Pero es extraño de decirse que en este siglo veinte, para apartarse del salvajismo y del horror, haya sido necesario establecer del Este al Oeste de la Francia, parecidas trincheras, dobles, triples, corrientes ininterrumpidas sobre centenas de kilómetros, como una especie de Muralla china, cien veces mas terrible que la verdadera que protegía de los mongoles, una muralla que serpentea, casi subterránea, a escondidas, y que guarnece toda una heroica juventud francesa, sin cesar en alerta y sin cesar ensangrentada…
   El crepúsculo esta noche, bajo el cielo espeso se arrastra tristemente y no se ve el final, al parecer ha empezado ya desde hace dos horas y no obstante aún no se ven. Delante de ellos se distingue aún, o se adivina el despliegue a pérdida de vista de los planos del bosque, que la más lejana, no tiene casi contornos en las tinieblas. El viento continúa a enfriar la temperatura, El corazón se cierra con la impresión más conmovedora de una incertidumbre, sin abrigo y sin recursos, en el fondo de primitivas barbaries.
   El tiempo, no, yo no tengo mucho, pero la ocasión ya me ha sido dada de ver “como ellos tiran rápido y casi al azar”. Algunas veces se diría un fuego de artificio para un desfile y, todo hace creer que ellos poseen proyectiles a no saber que hacer con ellos.
  ¡Ah!......en efecto, he aquí en el aire una especie de murmullo de vuelo de perdiz, perdices que pasarían demasiado deprisa, con las alas de metal. Esto cambia del cañoneo sordo de hace un rato y es en esta dirección que parece que van a llegar. Pero pasan demasiado altas y sobre mucho más a la izquierda. Es tan a la izquierda que no es contra nosotros que han apuntado, tendrían que ser demasiado tontos…No obstante cesamos de chismorrear y ponemos el oído al acecho….Una docena de obuses y nada más…Son para los camaradas de allí abajo, esta vez no son para nosotros. Además parece ser que están cansados los “Boches”.

   Es de noche, he dejarlos y de todas maneras se van a acostarse, están cansados, no pueden arriesgarse de encender luces, solamente algún cigarrillo, pobres soldados en sus dormitorios que de pronto, con el silencio y la oscuridad, ha venido fúnebre como una larga fosa comuna en un cementerio…..


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