Centenario de la primera guerra mundial 1914 al 1919
Semana del 31 de octubre al 6 de noviembre del 1914
Otra visión del frente de batalla
Andando sobre este
suelo cribado, en donde la tormenta de metralla a dejado a penas una mata de
hierba aquí y allá, un poco de musgo, una pobre flor, alcanzo primero una línea
de defensa que preparan, que será la segunda, en el caso improbable que la
primera, más adelantada, tuviera que ceder. Los soldados franceses,
trasformados en excavadores que trabajan la pala y el pico en la mano, todos
decididos y apresurándose en terminarla, ella será terrible rodeada de los
peores obstáculos. Han sido los alemanes, hay que creerlo, que han imaginado,
en sus cerebros prudentes y torcidos, todo este sistema de galerías y trampas,
pero que los franceses las han copiado, las han igualado y en algunos casos las
han superado.
Un kilómetro más
lejos, he aquí la primera línea. Esta abarrotada de gente, esta trinchera
detendrá el choque de los bárbaros, está noche o mañana estará lista a erizarse
de fusiles. Y los que viven aquí, enterrados por el momento, saben que de un
minuto a otro, los obuses empezarán el regadío cotidiano, arrancando las
cabezas de los soldados que se arriesgarán a sacarlas fuera, reventando los
pechos o desgarrando las entrañas. Ellos saben también, que no importa a que
hora imprevista, en el pálido sol o en la oscuridad de la media noche, habrá
contra ellos riadas de estos bárbaros, ya que el bosque de enfrente, aún esta
lleno, saben que llegaran corriendo, dando gritos para ensayar de hacer miedo,
teniéndose todos por el brazo en una sola masa enrabiada, y como, antes de
enredarse con la muerte en los alambres de las alambradas, encontraran un
medio, como en cada ocasión, de hacer mucho daño. Ellos lo saben, ya que han
visto todo esto en varias ocasiones. Pronto hará ocho días que se encuentra en
esta trinchera esperando el relevo que ha de llegar y no se quejan: “Estamos
bien alimentados, dicen, comemos hasta no poder más. Mientras que no llueva,
estamos calientes por la noche en nuestros agujeros de zorro, con una buena
manta. Pero las ropas interiores en lana para el invierno, aún no son todos las
que las tienen, las necesitaremos pronto. Cuando nuestro coronel vaya a París,
se lo recordara al gobierno y a todas las damas que trabajan por nosotros”.
Los que se
encuentran ahí, al borde o en el fondo de la trinchera, pertenecen a diversas
clases sociales; unos fueron elegantes y
ociosos, los otros obreros, campesinos, se encuentran mismo, con el quepis
sobre la oreja, que más vale sin duda no sondear su pasado, y que han devenido
aquí mismo, no solamente muchachos bravos, sino de bravos hombres. Esta guerra,
al mismo tiempo que ella habrá suprimido sus distancias, los habrá purificado y
engrandecido a todos; los alemanes sin querer, por lo menos habrán hecho ese
bien, que verdaderamente vale la pena. Los soldados, todos saben porque se
baten actualmente y su supremo esfuerzo; la indignación los estimula hasta su
último aliento “Cuando se ha visto, dicen dos jóvenes campesinos de Bretaña,
cuando se ha visto con sus propios ojos lo que hacen esos brutos en los pueblos
por donde pasan, es todo natural, verdad que sí, dar su vida para ensayar que
ellos no vengan hacer lo mismo en nuestras tierras”. Y la cañoneada acompaña
con un bajo incesante y profundo esta declaración ingenua.
Ya, que es así de
una punta a la otra de esta línea sin fin, por todo, la misma decisión y el
mismo coraje.
Pero es extraño de
decirse que en este siglo veinte, para apartarse del salvajismo y del horror,
haya sido necesario establecer del Este al Oeste de la Francia, parecidas
trincheras, dobles, triples, corrientes ininterrumpidas sobre centenas de
kilómetros, como una especie de Muralla china, cien veces mas terrible que la
verdadera que protegía de los mongoles, una muralla que serpentea, casi
subterránea, a escondidas, y que guarnece toda una heroica juventud francesa,
sin cesar en alerta y sin cesar ensangrentada…
El crepúsculo esta
noche, bajo el cielo espeso se arrastra tristemente y no se ve el final, al
parecer ha empezado ya desde hace dos horas y no obstante aún no se ven.
Delante de ellos se distingue aún, o se adivina el despliegue a pérdida de
vista de los planos del bosque, que la más lejana, no tiene casi contornos en
las tinieblas. El viento continúa a enfriar la temperatura, El corazón se
cierra con la impresión más conmovedora de una incertidumbre, sin abrigo y sin
recursos, en el fondo de primitivas barbaries.
El tiempo, no, yo
no tengo mucho, pero la ocasión ya me ha sido dada de ver “como ellos tiran
rápido y casi al azar”. Algunas veces se diría un fuego de artificio para un
desfile y, todo hace creer que ellos poseen proyectiles a no saber que hacer
con ellos.
¡Ah!......en efecto,
he aquí en el aire una especie de murmullo de vuelo de perdiz, perdices que
pasarían demasiado deprisa, con las alas de metal. Esto cambia del cañoneo sordo
de hace un rato y es en esta dirección que parece que van a llegar. Pero pasan
demasiado altas y sobre mucho más a la izquierda. Es tan a la izquierda que no
es contra nosotros que han apuntado, tendrían que ser demasiado tontos…No
obstante cesamos de chismorrear y ponemos el oído al acecho….Una docena de
obuses y nada más…Son para los camaradas de allí abajo, esta vez no son para
nosotros. Además parece ser que están cansados los “Boches”.
Es de noche, he
dejarlos y de todas maneras se van a acostarse, están cansados, no pueden
arriesgarse de encender luces, solamente algún cigarrillo, pobres soldados en
sus dormitorios que de pronto, con el silencio y la oscuridad, ha venido
fúnebre como una larga fosa comuna en un cementerio…..
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