Centenario de la primera guerra mundial 1914 -1919
Semana del 24 al 30 de octubre 1914
En el frente de Alsacia y Lorena
El hilván de la
defensa francesa parece ser que se extiende de Belfort a Longwy: Belfort,
Epinal, Toul, Nancy, parecían los puntos los más expuestos que deberían
soportar de los primeros días los ataques de los alemanes. Ahora bien, es
paradoxal, pero cierto, de decir que los campos atrincherados de Belfor, Epinal
y de Toul, aún no han recibido un solo tiro de cañón, y que Nancy no ha sido
bombardeado que durante algunas horas. Como es que estas ciudades han estado
preservadas de todo ataque y cual es la situación de estos departamentos, es lo
que una misión en el Este acaba de permitirme de observar.
En el mes de
agosto, la ofensiva francesa se pronuncia hacia Colmar en Alsacia y hacia Sarrebourg
en Lorena, en el mismo tiempo que se implica en Bélgica. La ofensiva fue
detenida por el número y diversas circunstancias en Mulhouse y en Morangé, al
mismo tiempo que en Charleroi. Pero mientras que la retirada de los franceses
hacia el Norte deja penetrar a los alemanes hasta la Marne, al Este fue
detenido su avance delante de Dannemarie y Thann en Alsacia, delante del
Moselle en Lorena. En Alsacia, los franceses nunca dejaron de ocupar el Sur del
país, y sus trincheras más allá de Dannemarie y Thann, son la mejor protección
de Belfort, las cuales constituyen una especie de defensa móvil.
En Lorena el ataque
alemán fue de lo mas vivo. Después del desdichado asunto de Sarrebourg, el 20
de agosto, los alemanes se creyeron todo permitido, se prometieron atravesar
las líneas francesas por la famosa brecha de Neufchâteau, entre Epinal y Toul.
Para llegar de Lorena a Neufchâteau, hay que franquear el Madon, hacia
Mirecourt y el Mosa hacia Charmes.
Dueños de Lunéville
y de toda la región, los regimientos alemanes se avanzan el 24 de agosto,
llenos de confianza en líneas cerradas, pífanos en cabeza, han atravesado el
Meurthe crecido y se dirigen hacia el Mocéele. Pero, durante la noche, los
generales de Castelnau y Dubail han reunido y trasportado todo lo que han
podido encontrar de artillería sobre las alturas de Bayon y de la colina del
Essey. El ejército alemán, ha sido destrozado a buena distancia y detenido su
avance, es lo que se llama en el país la
“Victoria de Bayon”, ella es de una importancia en la historia de esta guerra,
ya que, si, después de Sarrebourg, los alemanes hubiesen pasado por la brecha
de Charmes-Mirecourt-Neuchâteau, estaría el ala derecha francesa rodeada y la
retaguardia del gran ejército del Norte Este amenazados.
Desde el 24 de
agosto, una lucha sin tregua no deja avanzar a los alemanes de un paso y
después del 6 de septiembre, la victoria de la Marne hace sentir su contragolpe
en Lorena; los alemanes evacuan los territorios de Saint-Dié, Lunéville no quedándoles
en el Sur de Nancy que parcelas ínfimas del suelo francés. La solidad de las
líneas francesas en Alsacia, la victoria de Bayon y la admirable resistencia
del Gran Couronné de Nancy, han protegido de todo ataque las ciudades del Este,
salvadas por el ejército de Castelnau y Dubail.
Después de la
victoria de la Marne, el combate ha venido cotidiano sobre esta línea
Nancy-Dannemarie y ningún espectáculo no es más grandioso que el de estas
tropas que desde hace dos meses se baten cada día, vigilando cada noche cerca
de sus cañones, en sus trincheras y siempre con mucha esperanza, sin tener el
sostén moral de una ofensiva prohibida.
Esta lucha tenaz y
heroica ha asegurado la seguridad del suelo francés y el ala derecha del gran
ejército, ella no ha sido posible sin dolorosos sacrificios.
La llanura de
Alsacia y la meseta Lorena, han sido de nuevo los testigos de la lucha
tradicional de dos civilizaciones y en su superficie se siguen los fastos de
esta historia de ayer; cerros modesto o inmensos jalonan su suelo; una bayoneta
o un quepis, una bandera o una grosera cruz de madera, detienen la mirada del
pasajero o la carreta del campesino, las ramas de los árboles están
despedazadas, los obuses han cavado sus “marmitas” y, a lo largo de la
carretera, las tumbas llevan flores.
Entre dos combates,
ceremonias a la memoria de los muertos de Lorena son celebradas en medio del
campo. Las nubes llenas de lluvia, la espesa niebla en medio de la cual hago el
peregrinaje de pueblos quemados se han disipado, una atmósfera límpida y
tranquila nos trae los sonidos fúnebres de las campanas que se adivinan hacia
el Oeste; al Este, el sonido sordo del cañón resuena a intervalos regulares, un
sol de octubre aureola el altar improvisado, las banderas y la gran cruz de
madera al pie de la cual trescientos muertos están tendidos bajo tierra.
Monjas de
Gerbeville, soldados del acantonamiento vecino, campesinos de los pueblos
quemados que aún sigue vivos, todos están aquí alrededor del cura-soldado que
dice la misa para los muertos, al lado el misionero desconocido que dicen
palabras de esperanza que esos muertos son la prueba. Y detrás del altar,
en un pliego del terreno, Gerbeville, deja ver la silueta trágica
de sus doscientas casas incendiadas, con la antorcha y su campanario medio
derribado por las bombas, que han dibujado, en la torre de la iglesia una
especie de gigantesco croissant en el sitio de la cruz desaparecida.
Se hablaba de
tiempos pasados, la gran piedad del reino de Francia durante las guerras de
religión, y de los horrores de la guerra de treinta años, pero nada podrá
sobrepasar las ruinas de estos pueblos lorenos, y ha sido solo en unos días que
han estado acumulados por una horda bárbara. Partir de Saint-Dié, no lejos de
las líneas enemigas y he aquí al llegar una bella villa que domina el valle, no
queda que una fachada oscilante, la gente del país afirman que ha sido
incendiada a la mano; en Sant-Dié mismo, dos barrios no son nada mas que un
montos de escombros. Seguir el valle del Meurthe, todos los pueblos son víctimas
del fuego; Raon-l’Etapa
cuenta los asesinatos alemanes, y las diez monjas del ambulatorio que aún cura
hoy en día a los heridos enemigos, cuentan las brutalidades de los ocupadores y
los fusilamientos en la niebla, en la iglesia todo ha estado sistemáticamente
saqueado, destruido y por fin pasado por el fuego. El mismo espectáculo, casas
reventadas y quemadas se presentan delante de los ojos, en Sant-Michel,
Nompatelize, en Baccarat y en todo el valle.
Después atravesar
en medio de las trincheras alemanas, el puerto del Chippotte o Domptail e ir al
valle del Mortagne, es la misma visión, en Rambervillers, Saint-Pierremont,
Gerbeviller, por todo, por todo lo mismo.
Delante de estos
grandes pueblos, una admirable sección alpina ha resistido durante todo el día
a enormes fuerzas alemanas, llegada la noche, han cumplido su misión y
desaparecen durante la noche, encaminándose hacia las líneas francesas, detrás
de ellos, furiosos de la resistencia, entran los brutos desencadenados, ni una
sola casa queda de pie, solamente la de la hermana Julie, la orden ha sido dada
de pegarle fuego con la antorcha y las antorchas han quedado ahí como testigos,
en las casas tiran capsulas que estallan para que el incendio haga bien su
trabajo y por otro lado ahí quedan las que los alemanes han dejado
desaprovechadas; antes del fuego, los oficiales y soldados organizan la rapiña
sistemática, y, por la noche, cuando todo ha terminado, ellos vuelven para
vaciar los sótanos y graneros, entre tanto asedian a la populación, se
necesitaría un Mirbeau para describir el “Jardín de los Suplicios” infligidos a
los hombres y mujeres de estos desdichados pueblos. En el ambulatorio, la
hermana Julie se interpone con coraje entre los heridos que agonizan y los oficiales
que penetran como al asalto, teniendo en una mano, cuenta la hermana, un puñal
y de la otra un revolver. Ellos desarropan o desnudan a los desdichados
heridos, pero sus puñales no se atreven a exterminarlos delante de las monjas.
Cada pueblo cuenta
una historia trágica; ciertos desbordan la imaginación por el refinamiento de
la crueldad que ellas revelan. En Voivre, por ejemplo, los alemanes cogieron al
párroco, lo acusaron de espionaje porque tenía en su casa un mapa planteado de
pequeñas banderas que indicaban las líneas enemigas. Se lo llevaron
anunciándole que lo iban a fusilar. Durante el camino una mujer los ve e
intercede con el jefe, la cogen para hacerle correr la misma suerte que al
párroco, más adelante un viejo hombre apercibe el cortejo y suplica que tengan
piedad, lo agarran a el también y los obligan a los tres a seguirlos fuera del
pueblo anunciándoles si ejecución. El párroco le han puesto de pie en medio de
los dos ancianos de rodillas y sobre ellos tres el canta Libéranos, Domine: el pelotón tira, pero con orden de no apuntar
que sobre el párroco, los dos otros han sido perdonados, han querido solamente
darles una lección de humanidad.
Es que se necesita
insistir sobre la miseria de estas poblaciones invadidas. Hay que impedir que
mueran de hambre, frío y asegurarles un abrigo. De sus casas, sus ropas, sus
cosechas, no les queda nada. Más tarde el gobierno se ocupara de sus
indemnizaciones, pero hoy, se trata solamente de hacerles vivir, y hay que
hacer vivir también a todos aquellos que han abandonado sus pueblos para
protegerse en los territorios no invadidos y a todos aquellos que, en la
frontera son sin recursos, porque la fábrica en la que trabajaban a tenido que
cerrar, o porque la tierra de la cual se alimentaban a sido raizada, mismo en
el valle del Mosa, que desde Nancy a su nacimiento a quedado inviolada, el
acercamiento del enemigo ha causado desastres, no ha sido solamente los árboles
que han sido cortados para permitir los disparos de la artillería sobre el vado
del Mosa y Charmes tan expuesto y aún intacto.
Los árboles
cortados es el menor mal, Pero en varios sitios, la cosecha no se ha podido
hacer a causa de la falta de brazos, la población masculina de 16 a 60 años, está ocupada en
los trabajos de las excavaciones militares, pronto, falta de hombres y
caballos, la labranza y el enseñamiento no se podrán seguramente hacerse y esto
será una nueva era de miseria.
En la parte de
Alsacia ocupada por las tropas francesas, el flujo y reflujo de los ejércitos
han causado una desgracia universal y el sufrimiento que padecen los campesinos
de Alsacia es inexpresable.
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