Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919
Semana del 26 de septiembre al 2 de octubre 1914
LA DESTRUCCIÓN SISTEMÁTICA POR LOS ALEMANES DE PUEBLOS DE FRANCIA
Cuando se fueron
precipitadamente delante de los ingleses y franceses, era un desfile
desordenado, han destruido el puente detrás de ellos, era la derrota.
Testimonio de su huida precipitada, todos esos paquetes de municiones, esos
grandes obuses acumulados al borde de la carretera, los grandes convoyes de
víveres que los franceses han quemado en el bosque de Villers-Cotterest, el
testigo en lo alto del cerro que domina la ciudad y sus alrededores, es esa
batería completa, abandonada, ocho cañones grises con sus cajones de
municiones, las culatas rotas, con la altanera y pretenciosa divisa: Ultima regis ratio…..
Mientras revisamos
los cañones que ya no hacen daño a nadie, entendemos un cañoneo en la dirección
de Soissons. A pesar de la lluvia que bate, el fragor rula, continuo y sin
cesar, vamos a ver que pasa por allí.
A una decena de
kilómetros de la Ferté, encontramos en el camino un primer convoy de artillería
francesa, nos advierten que nos encontramos en la retaguardia, en efecto no
paramos de encontrar soldados, los innumerables servicios que constituye la
suite ordinaria y obligatoria de un ejército en marcha, convoyes de municiones,
víveres, tren de equipajes, servicios de salud, coches militares, vehículos de
todas clases reglamentarios o requisados, carros con bancos, carretillas,
enormes camiones cubiertos con lonas, kilómetros y kilómetros de convoyes subiendo
y bajando, un inmenso movimiento, una actividad prodigiosa.
En los pueblos,
gente en las puertas a pesar de la lluvia incesante, tropas acantonadas.
Allí abajo el cañón
truena. A cada salto del automóvil sobre la carretera inundada, pero que aguanta
a pesar del acarreo incesante, nos acercamos y el ruido aumenta, se extiende.
La batalla no esta lejos. Desde hace una hora cruzamos coches y ambulancias que
traen heridos del frente, heridos del día, recién heridos que se aperciben a
través de las lonas, brazos, piernas o la cabeza vendada…..La cañoneada se
aleja de día en día, pero hoy, allá, ha quedado estacionada, al parecer se
baten al Norte de Soissons.
Ahora estamos muy
cerca, al cabo de algunos instantes, el oído del profano, si se puede decir del
que desgraciadamente no es soldado y no
se bate se acostumbra a esta terrible música y se habitúa a distinguir
las siniestras voces que la componen como si hiciesen
partido de una orquesta; la sucesión regular del 75 francés, secos y limpios;
la respuesta más sorda de los cañones alemanes, y, a intervalos espaciados,
dominando y subrayando el conjunto, el formidable mugido de los morteros de
sitio “la activa Berta” y la “perezosa Gretchen” como ellos la llaman.
Los tiros de
mortero de sitio, ya no se escuchan, sólo queda la artillería de campaña que
prosigue su obra,
un obús cae sobre el hospital en donde se encuentran los
soldados heridos franceses y sistemáticamente, científicamente, buscan a destruirlo.
Esta mañana han detenido a un espía alemán que les hacía rectificar el tiro.
Los alemanes ocupan
las mesetas que dominan la ciudad del Norte al Oeste, posiciones fuertemente
atrincheradas. Han transformado en una sólida y terrible fortaleza las antiguas
canteras que han recubierto con maderos, fajinas, sacos de tierra, han
instalado sus morteros dentro bien al abrigo y no paran de bombardear, los
franceses han ensayado desalojarlos a la bayoneta, pero la posición es
demasiado ruda. Tendrá que ser la artillería pesada que podrá reducirla. Por
todas partes se lucha con rabia….
Los habitantes que
se han quedado en Soissons, se esconden en los sótanos cuando el cañoneo suena
demasiado fuerte. Cuándo el ruido se modera, salen a inspeccionar el cielo y
los daños.
Por encima de las
colinas, que la cima enverdecida se recorta sobre un cielo que empieza
aclararse un poco de este lado y que enrojece el oro y flama del crepúsculo,
pequeñas bolas de humo blanco se elevan y se disuelven lentamente en el aire.
Son las señales de los cañones escupiendo su fuego. Más alto sobre el gris
uniforme de las nubes, el ojo empieza a distinguir las rápidas parábolas de los
obuses que el estallido deja pequeñas manchas negras, cajas de metralla que se
abren en el aire como bombas de fuegos de artificio, un copo blanco…..y otros
obuses, otras bombas, otros shrapnells…..Uno no se puede desatar de este
espectáculo.
Para que el cuadro
fuese completo, salimos por Maeux y vamos a través del inmenso campo de batalla
de la Marne, aún está sembrado de cadáveres y jalonado de ruinas fumantes de
veinte pueblos devastados, saqueados, incendiados, volvemos de Soissons a París
por Villers-Cotterets y Senlis…….
¡Ahhhh! Es
terrible, el lastimoso espectáculo! Pobre y triste Senlis, las tórtolas ya no
vuelan por encima de sus campanarios….Los bombardeos las han hecho huir
¿Volverán un día? Venimos de Crépy-en-Valois, por la misma carretera que ha tomado la horda alemana. Un poco
antes de llegar a Senlis, la campaña empieza a presentar este aspecto habitual
de los campos en los cuales se han batido, árboles segados, ramas esparcidas
por todos lados y grandes agujeros redondos en la tierra cavados por los
obuses….No hemos hecho cincuenta pasos en Senlis que ya sabemos a que atenernos.
La primera casa es un hotel restaurante situado en la pequeña plaza, ha sido
saqueado e incendiado. De esta plaza parte la más grande calle de Senlis, la
calle de la República, De punta a punta, ahora es una larga calle en ruinas,
algo parecido a una calle de Pompeya o de Hercolanum, pues bien, es mucho más
terrible, porque las ruinas son de ayer y no han estado pisoteadas por el
tiempo, más aún, están ennegrecidas por el incendio y llenas de escombros y
escorias aún calientes. Han entrado en Senlis, han empezado por saquear las
casas, sacar todo lo que se podía comer y beber, después en esas casas han
lanzado bombas especiales que al explotar provocaban el incendio. Esto ha sido
en toda la calle, no ha sido el bombardeo que ha producido el fuego, en ese
caso, se hubiese comprendido.
El efecto de un obús alemán caído en una calle de
Soissons: Una casa reventada y dos caballos muertos
Una voluntad fría y reflexionada ha precedido esta
devastación. Testigos lo afirman y en algunas casas, perdonadas por el fuego
han encontrado esas bombas incendiarias que no habían cumplido con su deber. A
la derecha, al principio de esta calle penosa a recorrer, todo un grupo de
casas han sido consumidas por el fuego. No subsiste que algunos trozos de muros
en medio de los cuales los tejados, las escaleras, los muebles se acumulan en
un montón ennegrecido de piedras desmoronadas y cenizas…….Casas particulares,
hoteles, demoras de pobres y de ricas torres modernas o elegantes construcciones
antiguas, bonitas casas del siglo dieciocho, monumentos antiguos, nada ha sido
evitado. El bello palacio de justicia y sub-prefectura modelo de arquitectura
no existe. Para testimoniar esta pérdida, sólo la fachada queda de pie y se
perfila sobre el cielo claro su estructura con proporciones tan justas, que
aberturas regulares muestran el sitio de las ventanas y puertas, el resto se ha
derrumbado, mismo esta fachada no se aguanta que por milagro, y, se diría, para
dar aún algunos días a todos los que vienen a constatar el desastre, la medida
de esta pérdida irreparable y la infamia alemana….Seguimos pasando. Una ruina
suceda a la otra. En donde han pegado fuego, todo ha sido devorado por las
llamas. No hay medias ruinas. Por la penosa abertura de un muro derrumbado, se
apercibe un pequeño jardín, un macizo de flores pone sus manchas vivas y
alegres, estas pobres flores, aún vivas entre tanto duelo, hace este duelo más
triste aún- pero el contraste es demasiado cruel……
La catedral no ha
estado muy seriamente tocada, un obús al pasar ha descornado un balaustre,
quebrado un pináculo y sus fragmentos han hecho en las viejas piedras grises y
enverdecidas por el tiempo, heridas blancas. Pero esto no es nada y temblamos
pensando en Reims, que su catedral……..
Es así que los
alemanes se han vengado sobre una pequeña ciudad inocente. También se han
ocupado del alcalde, el Sr. Odent, se lo han llevado bajo buena escolta a
Chamant, han cavado una tumba delante de él y lo han fusilado sin juzgarlo. Después
lo han enterrado dejándole los pies al aire libre, es de esta manera que han
encontrado el despojo del infortunado magistrado cuando manos piadosas han
venido a exhumarlo para
darle una sepultura conveniente.
He aquí como los
alemanes hacen la guerra en nombre de su civilización bárbara, en nombre de las
más grande Germania. Pueblo despiadado tanto que feroz, que, no existiendo que
para la guerra y por la guerra, encuentran aún el medio de deshonorarla con él.
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