jueves, 24 de julio de 2014

Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919

Semana del 3 al 9 de octubre del 1914

EL PELIGRO DE LAS MINAS FLOTANTES SEMBRADAS POR LOS ALEMANES                                        EN EL MAR DEL NORTE
El Kônigin-Luisa, barco sembrador de minas alemán, hundido por la estafeta inglesa Amphion y la flotilla de                              contra-torpederos británica

   En el Adriático, la flota franco-inglesa ha ocupado la isla de Lissa y empezado el bombardeo de Cattaro.
   La cogida de colinas alemanas se prosigue metódicamente.

El crucero estafeta ingles Amphion toca una mina flotante y se hunde unos minutos después

   Los soldados y marines de Inglaterra y Francia, colaboran en la ocupación de Camerún: Douala, el puerto más importante de esta colonia se ha rendido el día 27. Han tomado la más grande parte de los territorios del Congo que los franceses habían cedido en 1911. Fuerzas británicas han ocupado Nueva Guinea. Por terminar los japoneses vienen de aplastar a los alemanes a 10 kilómetros de Kiao-Tchéou.

Bélgica invadida

   Durante este fin de semana, tan importante en amenazas y en lutos, Bruselas no se había imaginado que un héroe había nacido del polvo mismo que levantaba la horda de invasores. No fue que al cavo de unos días que conocieron la conducta de su burgomaestre Adolfo Max.

El burgomaestre Adolphe Max

   Este hombre será, de ahora en adelante, una de las grandes figuras del Brabant burgués.
   Con un tacto, una técnica, una diplomacia por encima de todo elogio, y, también con una lucidez espiritual de la que no es común encontrar el ejemplo en circunstancias así de trágicas, ha entrado vivo en el libro de los patriotas ilustres de Bélgica.
  Su hora había sonado cuando le previnieron que el ejército alemán se aproximaba a la ciudad. De seguida, reunió a sus hombres y decide ir a parlamentar. En un palo, clavaron rápidamente una gran servilleta de baño y precedido de un banderín improvisado que llevaba el secretario comunal, acompañado de los regidores Steens y Jacqmain, el burgomaestre se puso en camino. Fue el teniente de estado mayor Kriegshein que el encuentra y es a él que le pide de renunciar atravesar Bruselas con las tropas alemanas. Él lo hizo con mucho coraje, hablar de
los derechos de las personas, mientras que se hablaba delante de él del derecho del más fuerte, a falta de argumentos y delante del rechazo que le imponían, le anuncia que deseaba telegrafiar al emperador de Alemania <<no pudiendo tolerar, dijo él, que el ejército de un soberano que había festejado en Bruselas, penetrara en Bruselas sin haber sido autorizado por los que administran la ciudad>>. Él aguanto tan bien, que tuvieron que aceptar su voluntad. El oficial cogió el despacho y fue a presentarlo a su jefe. Al cabo de una media hora las negociaciones empezaron de nuevo. El oficial informa al burgomaestre que la nota seria trasmitida, pero que era necesario, en la espera, de someterse a las ordenes del general comandante de 4º cuerpo, a saber: el ejército atravesará la ciudad; la aglomeración tendrá el deber del mantenimiento de las tropas alemanas durante su estancia “El capitán Kriegshein continúa con el proceso verbal, a requerido de otra parte que la ciudad de Bruselas y las comunas de las aglomeraciones, pagar, a título de contribución de guerra, dentro de los tres días, una cantidad de 50 millones de francos en oro, plata o billetes de banco, la provincia de Brabant debe pagar un suplemento a titulo de contribución de guerra, una cantidad de 450 millones de francos, cantidad que puede ser pagada en plazos hasta lo más tarde el 1 de septiembre 1914”
“El burgomaestre de Bruselas, protesta contra la violencia a la cual ha sido sometido y declara no ceder que contra la fuerza……

“Ha hecho conocer su intención de residir en permanencia en el ayuntamiento para vigilar a la buena marcha de los servicios
“El capitán Kriegshein le comunica que ha recibido un mandato de retenerle provisionalmente y está a la disposición del comandante alemán para garantizar la buena conducta de la población bruselense, al burgomaestre de Bruselas, al consejo comunal y a cien notables de la ciudad…….”
   En este momento el burgomaestre interrumpe la lectura.
--Si usted quiere un rehén, dice él, con toda su calma, ¡aquí estoy! Haga de mí lo que quiera. En caso de disturbios, poco me importa perder la vida para garantir la vida y las propiedades de mis conciudadanos. Pero si usted persiste en su decisión de retener el consejo municipal y los cien notables de la ciudad, yo declaro no dar ninguna garantía.
   Lo que se tradujo en el documento oficial, por:
“Después de un cambio de vista sobre este tema, el capitán Kriegshein, renunció espontáneamente a esta exigencia, bajo reserva de rectificación de su mandatario…….”
   Y esto terminó así:
“Hecho en doble en Bruselas, el 20 de agosto 1914.
                                                      Firmado: KRIEGSHEIN
                                     “Teniente de estado mayor del 4º cuerpo de ejército”

   En vano se busco otra firma.
   Cuando por fin, el estado mayor penetra en el ayuntamiento y anuncia su intención de aposentarse y dormir ahí, el burgomaestre replica;
--Ustedes se encontraran muy mal, ya que tal es su decisión, yo mismo dormiré aquí también, considerándome que aún estoy en mi casa. Y sin esperar una respuesta, hizo subir una cama en la sala de la Independencia, es aquí que después de la invasión, pasa sus noches.
   Todos sus gestos están marcados con el mismo sello.
   Al general que le rogó de quitar inmediatamente las banderas belgas, francesas e inglesas que flotaban delante del campanario, le contestó:
--He aquí un trabajo que no es para mi y si yo no lo hago, tampoco encontraría un solo hombre a mis ordenes para ejecutarlo.
   Tales respuestas estan hechas sin cólera, por un hombre que tiene dos conciencias, la suya y la de la gran ciudad que esta a su cargo.
   Es a esta firmeza razonable y burguesas y también al completo acuerdo que reina entre el burgomaestre y sus regidores, que los bruselenses, deben en gran parte el haber escapado a un desastre y, bajo la bota misma del alemán, haber guardo intacto el orgullo que les causa tanta preocupación.
  Se piense lo que se piense la germanización de Bruselas aún no ha empezado.

La guerra de los topos

    Aun no he dicho que verdaderas fortificaciones los alemanes, atrincherados sobre sus nuevas líneas, después
de su derrota de la Marne, han establecido para mantenerse y rechazar los asaltos de los franceses.
   Hay que reconocer que están perfectamente organizados para efectuar estos trabajos de excavadores. Bajo el fuego de artillería que los protege, los “pioneros”, llegan sobre la posición escogida provistos de herramientas portátiles con mangos cortos, les sigue un furgón que trasporta las herramientas más pesadas y con mangos largos. Cada compañía tiene su furgón. El trabajo es conducido con método muy riguroso. Según los principios precisos, como una ecuación. Se ha de saber que para cada fusil su espacio y su plaza es matemáticamente  bien confeccionada. El fuego mortífero del 75 francés puede rociar una de esas trincheras tan perfectamente reglamentarias, protegidas por delante con un talud en donde han acumulado toda la tierra de la excavación, los muertos, no tendrán ni el sitio en donde caer y esto explica las descripciones que han dado después de la batalla, de ciertas trincheras, en donde los cadáveres quedaban de pie en la posición de tiro.
   Por delante de estas trincheras de frente, otras menos espaciosas, son establecidas por los centinelas. Por la parte de atrás han construido verdaderas habitaciones de trogloditas, fosas recubiertas en parte de las excavaciones y ramas apuntaladas con estacas. Hay dos dormitorios casi confortables, las cocinas, los almacenes de víveres y municiones, todo esto unido por pasajes con la línea del frente. El fondo, en general esta cimentado. Se diría de verdad que esas personas han jurado pasar el invierno. En fin las ametralladoras, también tienen reservada su plaza. Y en la parte de atrás, al final de todo, esta instalada la artillería, piezas de sitio montadas sobre plataformas improvisadas y sin olvidar los gruesos obuses.
   Todo esto forma como inmensa topinera, una madriguera difícil de tomar, pero que, finalmente, las bayonetas francesas lo podrán conseguir.

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