Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919
25 al 31 de julio del 1914
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La primera cinematografía submarina
A medida que se
perfeccionan los aparatos y los procedimientos puestos a su disposición, los
fotógrafos, profesionales o aficionados se aplican, con una ingeniosidad, a
veces es tan maravillosa de utilizar en cada campo las más difíciles en
apariencia, sus tentativas, los instrumentos de investigación que les dotaban
los inventores apresurados de avanzar en sus deseos. Se ha, en muchas ocasiones
registrado algunos de los resultados maravillosos obtenidos por operadores
emprendedores y felices. Estos fijaban sobre sus placas sensibles los feriados
nocturnos de un fuego de artificio, el de un globo, de un aeroplano, de un ave,
nos revelaban de aspectos bastante inesperados de nuestra tierra, iban a perseguir
la cámara negra en el hombro, hasta sus guaridas desérticas de las grandes fieras
sorprendidas en plena acción y la fotografía venía un auxiliar privilegiado de
las ciencias naturales.
Un poco más tarde
el cinematógrafo siguió el empuje, los Filmes tornados en el desierto africano,
en las nieves polares, pero quedaba por tanto un dominio, desde hace más tiempo
que los otros y que aún sigue cerrado a nuestra curiosidad, es el de las aguas,
los abismos insondables de los océanos, que la imaginación de Jules Verne nos
ha hecho entreabrir este prestigioso, este maravilloso espectáculo tan
atractivo y misterioso.
Un sabio francés,
el Sr. Louis Boutan, fue, hace una veintena de años, el iniciador de los
primeros experimentos e intentos para sorprender los secretos de la vida
submarina, ha habido más tarde de émulos
que perfeccionaron sus métodos –así el Sr. Jacques Reighard, de la Universidad
de Michigan, el Sr. Etienne Peau, de Havre, el Dr. Ward, de Ipswich, que a
fuerza de paciencia y habilidad, obtuvieron clichés verdaderamente asombrosos.
La inmersión: Se apercibe la pieza de moneda perdida
justo sobre la figura central
Con un avance
natural, la cinematografía a su vez se lanza en esta materia. El principal
problema es la complicación de la luz, cuando se desciende solamente a unos
pocos metros de profundidad, esta seria su principal dificultad, la cual se
debería vencer ante todo. Por fin llega a los oídos de Europa el anuncio que
inventores americanos, los hermanos Williamson, han
encontrado la solución y puesto a punto un aparato, gracias al cual, ellos
pueden rodar bajo el agua.
Restos de la guerra de Secesión reconocidos por un
buzo.
El dispositivo que
permite al operador de bajar a una profundidad suficiente el “tubo submarino
Williamson”, es un dispositivo o sí simple que ingenioso. La parte principal es
una cámara de aíre de un metro treinta de diámetro aproximadamente,
perfectamente impermeable y proyecta hacia delante el ojo gigantesco que mira
hacia los misteriosos abismos, un apéndice metálico en forma de embudo, que su
obertura cerrada con un espeso espejo vuelto hacia el interior, es la cámara de
trabajo en donde el fotógrafo se ha instalado casi tan cómodamente que en el
taller. De la parte superior de este reducto sale una chimenea comparable, a la
de los arcones o cajones de fundición, pero esta abierta al aire libre por la
parte superior, por la cual el operador, baja y sube a su puesto de
observación. Esta chimenea esta constituida por una serie de elementos
tubulares construidos con una materia suple que mantiene en forma cilíndrica
los collares metálicos fijados a cada una de las extremidades, encajándose uno
dentro del otro, formando una junta hermética, de tal manera que se puede a
voluntad bajar o subir una o varias secciones, según la profundidad deseada.
El conjunto esta
adaptado a un robusto pontón, en donde están instalados los aparatos de
maniobra y socorro, una pequeña fábrica de electricidad destinada sobre todo a
proporcionar luz al potente proyector, indispensable para alumbrar el campo del
objetivo.
Mostrando los
aspectos inesperados del fondo del mar erizados de corales entrelazados de
extrañas vegetaciones, flexibles y armoniosas evoluciones de peces. Los
inventores del tubo Williamson, no dudaban que su invento evolucionaría y
cambiaría la búsqueda submarina.
La cinematografía submarina
Los tranquilos habitantes del mar, a 8 metros de
profundidad.
A medida que se
perfeccionaban los aparatos y los procedimientos puestos a su disposición, los
fotógrafos profesionales y aficionados, se aplicaban con una ingeniosidad
muchas veces a utilizar maravillosamente en los campos los más cerrados en
apariencia en sus intentatibas, los instrumentos de investigación que les
proporcionaban los inventores apresurados de avanzar en sus deseos. Se ha
enregistrado en algunas ocasiones resultados maravillosos obtenidos por
operadores emprendedores y felices. Los que fijaban sobre la placa sensible el
mundo de hadas nocturno de un fuego artificial: los que desde un globo, de un
aeroplano, o con una ayuda hábilmente utilizada desde un simple cometa, nos
relatan aspectos muy inesperados de nuestra tierra; otros también enregistraban
la vida misteriosa de los infinitamente pequeños, cogidos por miríadas en una
gota de agua o de sangre; los más osados, en fin, iban persiguiendo la cámara
negra entre las manos, hasta dentro de
los lugares los más desérticos en busca de las grandes fieras sorprendidas
en plena acción, en la soberana libertad de su velocidad, y la fotografía
advenía la auxiliar privilegiada de escenas naturales.
Un poco más tarde,
la cinematografía seguía el impulso de la fotografía. Los filmes “turnados” en
pleno desierto africano, en las nieves polares, vistos en los laboratorios o
anfiteatros ingeniosamente organizados, disputan hoy en día en los “cines” las
más populares, las escenas de las piezas las más alocadas.
Un dominio, por
tanto, demorado cerrado más tiempo que los otros a nuestra curiosidad; el de
las aguas los abismos insondables de los Océanos, en donde la imaginación
fértil de Julio Verne nos había hecho entrever
tan prestigiosas y fantásticas, tan atractivos misterios!
Un sabio francés,
el Sr. Louis Boutan, fue, hace una veintena de años el iniciador de las
primeras experiencias intentadas para sorprender los secretos de la vida
submarina, hubo más tarde des émulos que perfeccionaros sus métodos, así el Sr.
Jacques Reighard, de la Universidad de Michigan, el Sr. Etienne Peau de Havre,
el Dr. Ward de Ipswich, que, a fuerza de paciencia y de habilidad, obtuvieron
clichés verdaderamente asombrosos.
Por medio de una
marcha natural, la cinematografía, a su vez, deberá comprometerse en esta misma
vía. El problema para ella, naturalmente se complico un poco. La falta de luz,
cuando se descendía solamente a algunos metros por debajo de la superficie,
debía ser la más grande dificultad que el tubo que vencer, aunque la
sensibilidad de la película haya sido en estos últimos años, considerablemente
aumentada. En fin, nos anuncian que los inventores americanos, los hermanos
Williamson, hoy han encontrado la solución elegante y puesto absolutamente a
punto un aparato, gracias al cual ellos pueden “volver” bajo el agua: los
clichés que reproduzco a continuación y los anteriores, ampliación de los
films, atestan que no se lo han inventado.
Esquema del conjunto del aparato Williamson en
funcionamiento: Pontón,
tubo, cámara de trabajo y proyector eléctrico.
La cámara de trabajo del aparato Williamson.
El dispositivo que
permite al operador de bajar en el mar a una suficiente profundidad, el “tubo
submarino Williamson”, es de una disposición tan simple como ingeniosa.
Su parte principal
es una cámara de acero, de 1,30 m. aproximadamente de diámetro, perfectamente
impermeable, la principal razón, y que proyecta hacia delante, ojo gigante que
lanza sobre los misteriosos abismos, un apéndice metálico fingiendo la forma de
un embudo, cuya abertura, cerrada por un espeso vidrio, esta volteado hacia el
exterior, es la cámara de trabajo, donde el fotógrafo está instalado casi tan
cómodamente que en el taller. De la parte superior de este reducido pare una
chimenea, comparable, si se quiere, a la de los arcones de fundaciones, pero
abierto en su parte superior al aire libre, por donde el
operador desciende hasta su poste. Esta chimenea está
constituida por una serie de elementos tubulares, construidos en una “materia
suple”, que no han definido de otra manera en la nota de comunicación, y que
mantiene en la forma cilíndrica collares metálicos fijados a cada uno de sus
extremidades encajando uno dentro del otro en juntas herméticas, de tal manera
que se pueda a voluntad, alargar una o varias secciones según el nivel que debe
alcanzar la largura del tubo.
El conjunto está
adaptado a un pontón robusto en donde están instalados los aparatos de maniobra
y de socorro, una pequeña fábrica eléctrica destinada sobre todo a proporcionar
la luz al potente proyector indispensable para iluminar el campo del objetivo,
y en fin todos los artefactos accesorios. Obedeciendo a un amable sentimiento
de gratitud a la memoria del escritor que, hace ya tantos años, en un libro que
ha leído el mundo entero y que estimula sin duda a más de un investigador,
evocaba, de un capricho de su fecunda imaginación, los esplendores hoy en día
conquistados, se le ha dado a ese pontón el nombre del autor de Veinte mil leguas bajo el mar.
El Jules
Verne, que, viene de hacer su primera expedición a la búsqueda de tesoros
submarinos. Salido de Norfolk, en el
Estado de Virginia, en donde fue construido, a bordo uno de los primeros que
rodaron films en los Estados Unidos, Sr. C. L. Grégory, el cual se ha ido a
trabajar a Nassau, en la isla de Nouvelle-Providance, una de Lucayes. Aquí los
fondos de coral y arena son pintorescos
a desear; las aguas,
extraordinariamente limpias, están por peces particularmente bellos de
formas y colores. Como además por su posición, su puerto estaba, durante la
guerra de secesión un punto estratégico, predestinado para hacer contrabando, y
que en el transcurso de los combates navales que se libraron en estos parajes,
muchos fueron los navíos que fueron al fondo, los vestigios de estas heroicas
aventuras, son numerosas. Es así que un día, al improvisto, el operador tuvo la
emoción de percibir, a menos de 10 metros de su objetivo, los restos imponentes
de un navío recubierto de algas que, al contrario de los gusanos en las tumbas,
galvanizan en cierto modo y protegen los restos que un brutal desenlace.
Al final de esta
cruzada los nuevos argonautas trajeron aproximadamente 3,000 metros de film,
más de 1,500 metros han sido retenidos como excelentes.
Mostraron aspectos
inesperados de los fondos marinos erizados de corales enmarañados de
vegetaciones extranjeras, de flexibles y armoniosas evoluciones de peces, de
gestos curiosos de los buceadores, Y los inventores del tubo Williamson no
dudaron que hacían una ruda concurrencia de los dramas que les cowboys, los
ocupas, o los buscadores de oro son los héroes, y que, actualmente, en los
Estados Unidos acaparan del cine toda la moda.
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