Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1910
Semana del 22 al 29 de agosto del 1914
La batalla de Haelen
El suelo de la
valerosa Bélgica, sobre la cual se ha producido el primer ataque alemán, la primera
empresa contra una plaza fuerte, Lieja, ha tenido también el honor de ver
desarrollarse uno de los primeros combates serios en rasa campaña. Esta batalla
se ha librado el sábado 12 de agosto, entre las localidades de Diest y Haelen y
puestos en presencia unos 15.000 hombres.
Un rincón del campo de batalla de Haelen: Los heridos
han sido recogidos, los muertos se los han llevado, solo quedan los
cadáveres de los caballos
Los belgas tenían
delante de ellos la caballería alemana que venía de dragonear tan salvajemente,
saqueando y masacrando alternativamente en el Limboerg y el Brabant y en los
alrededores de Jodoigne, Tirlemont, Hasselt, Louvain y entre ellos los fúnebres
húsares de la Muerte, de Dantzing, que en otro tiempo mandaba el kronprinz, sus
exacciones actualmente han sido castigadas.
El miércoles por la
mañana, los alemanes dejaban Hasselt, declarando ir todo derecho hasta
Bruselas. Desgraciadamente para ellos, había en su camino <<alguien
inesperado>> como dice el poeta.
Así que ellos
parten sin mismo un explorador, tan seguros estaban de ellos mismos, a través
de una comarca bastante accidentada. Llegaron hasta Haelen. Pero a penas el
primer pelotón de uhlans, penetra en este pueblo, fue acogido por un intenso
fuego. El pelotón fue segado completamente. Los ciclistas armados con
ametralladoras portátiles Hoctchkiss, que acababan de hacer el relevo y en el
primer golpe que realizaban le fue terrible a los alemanes, probando de esta
manera que su cuerpo era tan terrible que ingeniosamente organizado <<un
solo cargador fue suficiente para barrer el camino>> decía al día
siguiente el capitán de la compañía. El combate empezaba de empezar.
Algunos de los héroes belgas de la batalla de Haelen:
Ciclistas armados de ametralladoras portátiles Hotchkiss
Los ciclistas
resistieron magníficamente. Los oficiales les daban ordenes con la misma clama
que si estuviesen de maniobras. La flema belga, nada tiene que envidiar a la
flema británica.
LOS VENCEDORES
DE HAELEN: Pelotón de ciclistas teniendo
en batería sus ametralladoras portátiles, cuyo fuego detuve el impulso de la
caballería alemana.
Los alemanes
pronto se dieron cuenta que los que se erigían delante de ellos, no eran
numerosos y lanzaron su caballería en tromba <<Nos los enviaron al fuego
como en las maniobras, como si no tuviésemos balas para los fusiles>>,
debía declarar más tarde uno de los oficiales heridos.
Las dos
ametralladoras de la compañía ciclista entraron en acción, los impetuosos
jinetes no tuvieron otra solución que retirarse. Entonces los alemanes hicieron
sonar el cañón. Una lluvia de metralla aplasta el pequeño burgo acribillando
las calles, las casas, la iglesia. Bien al abrigo, bien disimulados, los
ciclistas
belgas aguantaron hasta el momento justo que se sintieron
cerca de ser desbordados por el número: solo con 200 hombres los belgas habían
mantenido en respeto a 6.000 alemanes. Se retiraron, no sin antes hacer saltar
el puente de Haelen.
Las tropas belgas
se agruparon más atrás, las desenmascararon. Fue de un parte y otra una
cañoneada terrible. Fue una constatación interesante y que los comunicados
franceses del Ministerio de la Guerra ya habían señalado, que en escaramuzas
que tuvieron las tropas francesas, fue que el efecto de los obuses alemanes era
casi nulo ¿Es que en realidad habían calumniado a la casa Krupp, cuando la acusaron
de haber vendido a los pobres turcos proyectiles de exportación?
El tiro de los
belgas al contrario, era de una precisión y potencia ejemplar y la prueba la
tuvieron en el momento de la retirada, en que un solo cañón enemigo continuaba
tirando, los otros estarían sin ninguna duda en mal estado. La ventaja pronto
se manifiesta del lado belga. Una ligera fluctuación se hizo sentir del lado
alemán, ya que la caballería había quedado clavada bajo el fuego de los cañones
belgas, estaba inmovilizada, esto sólo fue un duelo de artillería.
Y por tanto en un
momento dado, dragones de la Mecklembourg se lanzaron como en un supremo
esfuerzo por la carretea de Haelen. No llegaron muy lejos, a la entrada de
Zelck-Haelen, en una barricada instalada a través de la carretera, dos
ametralladoras ciclistas estaban emboscadas, otras en los graneros de las
primeras casas del pueblo, otras en el campanario de la iglesia. Los estaban
esperando tranquilos. Y cuando la caballería, con su flama amarilla y negra se
encontraba a unos 200
metros , el crepitar de las armas automáticas estalla en
una granizada. El escuadrón fue segado como un haz de hierba. Solo dos pobres
caballos embalados franquearon la barrera.
Esto fue para los
alemanes la señal que la partida estaba perdida. La artillería se iba callando
gradualmente. La retirada se diseña hacia Saint-Trond. Por la noche no queda
sobre el terreno de la lucha que un montón de muertos y heridos, armas
abandonadas, lanzas, fusiles, accesorios de equipamiento. Los alemanes habían
perdido más de 3.000 hombres.
Fue durante varios
días una visión infernal, un verdadero cementerio, en donde los cadáveres de
los caballos se mezclaban con los de los hombres. Los campesinos, no llegaban
que con mucha pena a enterrar a los unos y a los otros. Se pensó por un momento
que estarían obligados a quemarlos, no le veían el fin del trabajo.
En cuanto a los
heridos, se había hecho ya la diligencia para sacarlos, todos confundidos,
belgas y alemanes tratados con los mismos cuidados. Estos últimos asombrados de
encontrarse acostados en camas con sabanas blancas en el hospital civil de
Diest. Ya que con el fin de mejor excitarlos al combate, sus oficiales no
cesaban de repetirles que el enemigo no dudaría si caían entre sus manos acabar
con ellos de un tiro. Muchos de ellos llevaban colgado al cuello una placa con
su nombre, el número de su regimiento, la indicación si ya había estado herido,
con un aviso médico aconsejando los cuidados que había que prodigarle.
Entre los trofeos
de la victoria, se encontraba el estandarte de los húsares de la Muerte, el
macabro estandarte, el cual hace apenas unos meses, el kronprinz abandonaba el
regimiento para ir a Berlín, al estado mayor para preparar la guerra. Al día
siguiente de la ruda batalla, el estándar se encontraba en el ayuntamiento de
Diest, triste bajos sus colores sombríos, lo mismo que un plumero de catafalco.
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