Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919
Semana del 1 al 7 de agosto del 1914
La Crisis europea
El general Conrad de Hotzendorf, jefe de estado mayor
general de ejército austro-húngaro
La Servia muestra
en la ocurrencia, toda la sabiduría que se podía esperar de ella. Ella acepta
con la más laudable abnegación todas las exigencias formuladas en la nota, no
haciendo reservas que sobre dos puntos:
Ella pedía que le probaran la culpabilidad de los
funcionarios y oficiales que le obligan a sacrificar, ella destaca también, de
recibir explicaciones sobre la forma en la cual, los funcionarios de Austria tomarían
parte en la encuesta, que ella se declaraba lista para abrir.
Así, habiendo
remitido su respuesta en el plazo concedido, el gobierno serbio podía esperar
haber evitado la querella de lobo que le buscaban.
¡¡En que error se
encontraban!!
El Sr. Pachitch,
presidente del consejo, que había llevado la nota oficial al barón Giesl,
apenas había vuelto a su ministerio, que él recibía del representante de
Austria-Hungría, el aviso escrito, que esta nota, en el punto de mira de las
instrucciones que había recibido este diplomático, no podía satisfacerle, que
en consecuencia, conformándose a las ordenes de su gobierno, él dejaba Belgrado
con todo el personal de la delegación.
La Europa entera
quedó estupefacta.
La brutal nota del
gabinete de Viena había sido comunicada conforme a los términos en todas las
cancillerías. El viernes 24 por la mañana, el conde Szecsen de Temerin,
embajador de Austria-Hungría, le había entregado al Sr. Bienvenu-Martin,
encargado en la ausencia del Sr. Viviani, que acompañaba en Rusia al jefe del
Estado francés, del ínterin del ministerio de Asuntos Extranjeros. El
diplomático, bastante emocionado por la grave crisis tan inopinadamente
abierta, de seguida se propuso plantarle cara.
La primera cuestión
que él se puso, fue de saber cual iba a ser la actitud de la Rusia, protectora
de los países eslavos y más particularmente benévola de la Serbia.
La gran nación
amiga no falto en su deber tutelar. Con la esperanza de que un poco tiempo
ganado permitiría, seguramente una intervención colectiva de las potencias,
ella pidió primeramente al gobierno imperial y real de prolongar dos días el plazo que el le
había dado a la Serbia para responder a su nota. Vana tentativa, ya se ha
visto, la resolución agresiva de Austria, considerada por adelantado de
impotencia todo tramite amical.
Una sola
influencia, evidentemente podría ser eficaz, es la de la Alemania.
Una manifestación en Berlín delante de la estatua de
Bismark
Pero, desde el
principio del conflicto, el gobierno germano había tomado una actitud que no
permitía esperar nada de su parte sobre una intervención moderadora.
El 24 de julio, en
efecto, el Sr. Schoen, embajador alemán en París, se presenta en el quai
d’Orsay y dando lectura al ministro interino de Asuntos Extranjeros, en
presencia del Sr. Philippe Berthelet, director de asuntos políticos, de una
nota bastante ambigua, que las explicaciones ulteriores no han verdaderamente
establecido el carácter. Estaba indicado que el debate debería quedar
localizado entre Viena y Belgrado y no devenir una cuestión de alianzas, que si
se pasaba de otra manera, se podría temer a las consecuencias las más graves.
Estas
consecuencias se les veían claramente. Si, en el caso de hostilidades, la Rusia
intervenía, la Alemania aportaría apoyo a su aliado, y la Francia, la
Inglaterra y la Italia, se encontrarían arrastradas en la más terrible de las
guerras: Triple-Entente, contra triple Alianza.
No obstante, al
día siguiente, afirmaban de Berlín, en un comunicado oficioso, que no había
acuerdo previo entre Austria y Alemania y, que esta no había conocido la nota
de su aliado que por su publicación.
En estas conjeturas
inquietantes, ninguno de los gobiernos –sobre reserva, seguramente por el
gobierno austriaco- no había perdido su sangre fría. Cada uno de ellos se limitaba
a tomar medidas de seguridad y conservación.
Primero, el
gobierno serbio –a la cabeza de la cual esta, desde hace algunas semanas, el príncipe
heredero, ya que el rey Pedro, cansado, habiendo que resignarse a reposarse-
abandona Belgrado indefendible, se retiró y se instaló desde el lunes en Nisch,
desde donde el movilizaba el ejercito nacional.
Sus amigos, sus
aliados en las recientes guerras, a penas repuestos de los rudos sangrados que
han sufrido, el pequeño Montenegro y Grecia, se unen a sus filas sin la sombra
de una duda. La Rumanía afirmaba su voluntad de respectar el tratado de
Bucares. La Italia y la Alemania, también tomaban sus precauciones.
Pero la potencia de
la Triple-Entente no se queda atrás. La Rusia, con más calma, más segura en
ella misma, después de haber dado a la Servia los mejores consejos, la Rusia en
la que las huelgas se habían apagado con el soplo frío venido de Occidente, en
donde la muchedumbre se exaltaba por la lucha, se preparaba para movilizar
cuatro distritos militares, o sea cuatro cuerpos de ejercito. La Inglaterra,
cuya flota estaba toda ella en pie de guerra, venía precisamente de ser pasada
en revista por el rey Jorge manteniéndola movilizada y, después de haber
preconizado sin fruto la reunión de una conferencia internacional, afirmaba con
palabras de una solidaridad completa con las dos naciones amigas.
En Francia ninguna
emoción inquietante, ya que hay que desdeñar en sus cuentas algunos vagos
renombres de la espuma de los barrios, la confianza, el espíritu, una magnifica
serenidad.
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