viernes, 27 de junio de 2014

Centenario de la primera guerra mundial 1914 - 1919

Semana del 22 al 29 de agosto del 1914

El paso por la Francia

   En este país en ebullición, en donde vibran, confundidos en un mismo entusiasme bélico, las razas en todas las provincias, en donde la nación toda entera se precipita de un solo impulso hacia las fronteras, que convoyes tan diversos no habrán visto pasar, estupefactos, los que demoran en el hogar, sea que ventana se abre al borde de algunas de las grandes arterias férreas que los llevan hasta los lugares de la decisiva lucha, o que su curiosidad, mezclada de tristeza, les llevaría, cada día, hacia la próxima estación, hacia el vecino pasaje a nivel!! Así campesinos, que jamás han dejado su choza o aún como decía Coppée “parisinos soñadores que nunca han viajado”, habitantes de los arrabales, sobre todo, habrían podido, estos últimos días, saludar el paso de los combatientes que vienen de más lejos, de hasta donde se extiendo el cetro paternal de la Francia y colmarlos de flores, servirles a beber, los “turcos” como los llamaban en otro tiempo, que, en la precedente guerra franco-alemana, habían desconcertado al adversario en muchísimos encuentros, los tiradores indígenas en las filas en las cuales marchaban codo a codo con los rubios, hijos de la metrópoli, que el amor a la aventura, hace que hagan algunos alistamientos sensacionales, los bereberes con el color de la piel casi clara, los árabes con su nariz aguileña, y hasta negros con su bello color de ébano, hijos del territorio del Sudan.
La parada en la estación de un tren de tiradores indígenas, desembarcados de Argelia en ruta hacia el frente

Documentos e información de la semana

La comodidad del Sr. Schoen

    Mientras que el embajador de Francia en Berlín había sido enviado a la frontera holandesa, un poco como un malhechor que lo extraditan el representante del Kaiser en París, el Sr. Schoen era conducido hasta Berlín en un tren especial francés en el cual encontraba al mismo tiempo, la más perfecta comodidad moderna, todo el respeto que los pueblos bien educados tienen por costumbre a los embajadores de las potencias amigas.
   El Sr. Cambon, bajo pena de verse detenido como prisionero, tuvo que pagar “en oro” los tres mil y algunos francos que le fueron tasados por el precio de su viaje; la Francia no reclamo nada al Sr. Schoen.
   La mentalidad alemana, interpreta sin duda estos procedimientos como una falta de debilidad. El tren francés comprendía dos vagones-salón, 2 vagones de primera clase y dos furgones, fue primeramente detenido como botín de guerra, en un momento dado, detuvieron a los dos escoltas que habían asegurado la seguridad y la comodidad del embajador alemán, del personal de su suite y de sus dos perritos.
   Los dos escoltas tuvieron que aguantar las más estúpidas vejaciones. Después de haberles por fin autorizado a irse con el tren, les detuvieron de nuevo en Regensburg, y después, en Constancia, desde donde por fin fueron dirigidos sobre la red suiza.
   El tren francés había llegado a Berlín en la noche del 4 de agosto, es solamente diez días mas tarde que pudieron llegar a París en la estación de Lión.

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